Pablo Muñoz Díaz | 25 de marzo de 2019
Thomas L. Friedman es un periodista estadounidense que ha viajado por un gran número de países del mundo. En estos periplos ha ido originando unas hipótesis sobre cuáles son las fuerzas que alimentan el motor del desarrollo y el devenir de la sociedad humana. Dichas ideas las ha ido constatando mediante entrevistas con tecnólogos, estrategas, sociólogos, científicos, activistas sociales y políticos. Una vez que les dio forma, se decidió a publicarlas en el ensayo que nos encontramos referenciando.
Para el autor, parafraseando el subtítulo de la obra, ”la tecnología, la globalización y el cambio climático van a transformar el mundo en los próximos años”.
Friedman opina que la tecnología se ha regido por la “Ley de Moore”, por la cual los componentes hardware doblan su potencia cada dos años y este axioma ya se está superando. Ha habido un gran incremento en la velocidad del cambio tecnológico y social. Estamos en la “primera aceleración”, como él diría, que nos va a conformar no solo como usuarios sino como empleados y como sociedad.
No solamente es el hardware sino también el software el que evoluciona rápidamente y esto está consiguiendo -como diría uno de los entrevistados, Astro Teller– que la curva de innovación tecnológica sea más rápida que la capacidad de aprendizaje de las personas.
La sociedad y sus instituciones -ya sean Gobiernos o instituciones de enseñanza superior- deberían hacer que las personas sean capaces de aprender más deprisa y que sepan desaprender, también más rápidamente, lo que ya no necesitan. El que no lo consiga puede verse arrastrado hacia debajo de los puestos primarios con mejores salarios y mayor estabilidad. Igualmente, las universidades deben adaptar sus planes de estudios mucho más ágilmente, tal como cambian las necesidades de formación tecnológica.
En segundo lugar, la otra gran aceleración es la globalización del mercado. Los países son muy interdependientes unos de otros en temas económicos y cualquier desequilibrio financiero puede arrastrar al resto de países a una crisis, como hemos visto recientemente.
Oportunidades y riesgos de la nueva revolución tecnológica sobre la educación para el empleo
El reto aquí estaría en que la inteligencia artificial nos ayude en nuestros empleos, no solo que nos sustituya, y para ello se necesita un amplio consenso social en temas de derecho laboral, como es la regulación de un mayor tiempo libre de las personas, la contribución de los robots a las economías nacionales y las adecuaciones de los empleados a las nuevas cualificaciones requeridas por el mercado de trabajo en continua evolución.
Finalmente, la tercera gran aceleración deviene del cambio climático, que produce desertificación, hambrunas periódicas y migraciones que con el tiempo no van a poder pararse.
África, además, está sufriendo un incremento muy grande de la población que conlleva que no haya recursos suficientes para todas las personas. Se están creando “países débiles” que son caldo de cultivo para grupos terroristas como “Boko Haram”.
En este entorno de triple aceleración se están desarrollando dos grupos bien definidos, como son los “makers” y los “breakers”, superempoderados que compiten entre sí por llevar sus acciones a toda la población mundial. Por un lado, los makers tratan de llevar los recursos de todo tipo a todas las personas por medio de las oportunidades que nos están ofreciendo la tecnología y la globalización. Y, por otra parte, los breakers tratan de llevar sus políticas de terrorismo aprovechando las mismas tecnologías y oportunidades.
Como colofón a Gracias por llegar tarde, Thomas Friedman propone la creación de comunidades locales fuertes que sean ágiles a la hora de responder a los desafíos actuales, ya que los Gobiernos estatales son muy lentos a la hora de responder a las necesidades de los individuos y organizaciones. Estas comunidades deben basarse en valores fuertes como la honestidad y la confianza, y no solo en principios circunstanciales que dependen de los diversos entornos cambiantes.
Por último, el autor, en los capítulos finales, propone que se deben crear “islas de dignidad”, ya sea mediante la formación de los individuos y la consecución de los medios de subsistencia para que las personas de los países débiles no se vean forzados a emigrar o insertarse en grupos terroristas.